«Desigualdad programada…»

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La Constitución Española, en su artículo 40, expresa lo siguiente:
1. Los poderes públicos promoverán las condiciones favorables para el progreso social y económico y para una distribución de la renta regional y personal más equitativa, en el marco de una política de estabilidad económica. De manera especial realizarán una política orientada al pleno empleo.

2. Asimismo, los poderes públicos fomentarán una política que garantice la formación y readaptación profesionales; velarán por la seguridad e higiene en el trabajo y garantizarán el descanso necesario, mediante la limitación de la jornada laboral, las vacaciones periódicas retribuidas y la promoción de centros adecuados.

 Todo esto, si bien fue tenido en cuenta durante los primeros años de nuestra Democracia, con el paso del tiempo parece haberse convertido en «papel mojado» dado el enorme cambio sufrido por la sociedad (y ya no hablo sólo de España) en los últimos tiempos. De hecho, si quisiéramos buscar similitudes con épocas precedentes podríamos remontarnos no ya a la primera mitad del siglo XX, sino que podríamos ver parecidos razonables con la era feudal…

En aquellos tiempos, al margen de que hubiera un Rey al que se debiera respeto y pleitesía cuyo único mérito era el de ser «hijo de»… (el anterior rey), existían unos señores feudales que decidían sobre los vasallos y les otorgaban o quitaban derechos a su antojo, generalmente basándose en su propia conveniencia. Los vasallos, por su parte, tenían que ceder parte de su beneficio si explotaban tierras (la principal fuente de riqueza), o, en muchas ocasiones, trabajar por la comida y el alojamiento. ¿Se van viendo similitudes?…

Ahora mismo, el sistema en que se basa nuestra sociedad actual ha conseguido, no ya imponernos por medio de reformas legislativas una pérdida de derechos como hace sólo un par de lustros no nos hubiéramos atrevido a imaginar, sino que además han conseguido que muchos hayan cambiado el chip y lo que antes consideraban como «derecho propio» ahora lo vean como una «concesión» por parte del empresario que le contrate…

Abundan cada vez más «ofertas» de trabajo en las que no ya los salarios son ínfimos e insuficientes para el sostenimiento de una persona (no hablemos de una familia), sino incluso muchos «ofrecen» simplemente comida y (a veces) alojamiento. Pero lo triste no es que existan empleadores sin escrúpulos capaces de aprovecharse de la miseria ajena (evidentemente no son mayoría, pero sí los suficientes, los más fuertes), sino que el chip del que espera un trabajo haya cambiado de tal manera que se recurra habitualmente a frases como «vale más esto que nada», «podría ser peor», etc…

Se ha conseguido eliminar casi por completo lo que se llamó «clase media» y que la sociedad quede dividida entre «los que tienen mucho  y los que no tienen nada», y esto ha ocurrido por todas partes donde el capitalismo está bien asentado, dándose el caso de que también entre países ocurre lo mismo: frente a aquel «sueño» de una Europa unida, sin desigualdades, cooperacionista y de manos tendidas, se ha pasado a la «pesadilla» actual, donde los países que más tienen imponen sus reglas a los que menos tienen, y con un Parlamento Europeo «secuestrado» por la voluntad de Angela Merkel, la gran señora feudal.

Por su parte, el pueblo llano tiene dirigidas todas sus preocupaciones a conseguir un empleo o mantener el actual aunque sea a costa de sacrificios, a poder pagar el alquiler o su hipoteca (si no se la ha quitado el banco), y a poder poner un plato en la mesa cada día (más o menos como los vasallos de antaño).

¿Pero es realmente Merkel o los otros grandes mandatarios que la siguen quien está tras todo esto?… ¿O se trata de algo diseñado por las auténticas grandes fortunas, las multinacionales y fondos buitres para aumentar sus beneficios?

Según Oxfam Intermón, la mitad de la renta mundial está en manos del 1% de la población, y siete de cada diez personas viven en países donde la desigualdad económica ha aumentado en los últimos 30 años. Los paraísos fiscales siguen aumentando sus clientes sin que la Unión Europea ni nadie haga nada al respecto. Las empresas del Ibex 35 han aumentado su inversión en paraísos fiscales en un 205%…

Las medidas adoptadas por los países europeos tras el surgimiento de la crisis sólo han servido para beneficiar a los más ricos (en algunos lugares más que en otros) lo que ha aumentado la desigualdad entre sus habitantes. La situación de extrema necesidad en que vive gran parte de la población gracias a los recortes que en ningún caso perjudican a las grandes fortunas, sino a las clases desfavorecidas, ha propiciado el cambio de mentalidad que comentamos más arriba y que se acepte lo que antes se rechazaba de plano: que creamos que el «estado de bienestar» tiene la culpa de todo, que aceptemos sin mucho rechistar la pérdida de derechos fundamentales, como una sanidad de la que hasta hace bien poco estábamos orgullosos, un sistema educativo cada vez más exclusivo de las élites, o unos derechos y libertades sociales que nos hacían sentir parte de un sistema democrático que nos están tirando abajo.

En los primeros años de la crisis, algunos hablaban del «fracaso del sistema capitalista». La realidad es que el capitalismo ha triunfado como sistema consiguiendo los objetivos primordiales en que se basa gracias a esta «desigualdad programada»…

(*) Angel Rivero García www.encanarias.wordpress.com

Florentino López Castro

Florentino López Castro

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